Los 2 o 3 billones de dólares que se han destinado a paliar la crisis financiera podrían ser un tema sin importancia para nosotros, porque hasta ahora, se trata principalmente de fondos de carácter extranjero. Sin embargo, llama la atención que el problema que se inició hace más de un año con las hipotecas subprime en Estados Unidos se haya expandido a países lejanos, a continentes enteros y ha terminado por ser global.
Los que han tomado las decisiones más importantes son los jefes de gobiernos y los directivos de sus bancos centrales, que no están acostumbrados a lidiar con iniciativas tan trascendentales para las economías nacionales y mundial.
Pero hay que recordar que la crisis se inició en empresas determinadas y se fue extendiendo a otras empresas y a sectores económicos enteros. Y en este barullo llama la atención que las situaciones que condujeron a la quiebra y a la absorción de algunos bancos y empresas, a la caída de industrias como la construcción, o la automotriz no sean motivo de un amplio estudio desde el punto de vista legal y judicial, por las posible múltiples responsabilidades civiles o criminales que pudieron tener diferentes personas en cargos de alta y media responsabilidad.
Cada empresa de las que están incluidas en esta debacle debe haber tenido o tiene un “modelo de negocio” y una “estrategia” que cuando se aplican, como corresponden, se cuida justamente que el modelo genere flujos positivos y que la estrategia los asegure en el corto, mediano y largo plazo, dentro de los márgenes que permiten las leyes y las conductas honorables.
Las buenas costumbres y la honradez que inspiran la conducción de los negocios, no aseguran ser impermeables a los riesgos del mercado, pero enseñan que la viabilidad o el crecimiento sostenido obligan a ser prudentes y a someterse a las leyes. Estas son reglas que los consultores aprenden y recomiendan desde que se inician en la consejería.
Llama la atención que en una revisión preliminar de la prensa y de otros medios de comunicación virtual del exterior se obtienen pocos indicios sobre acciones legales contra los posibles responsables de acciones muy riesgosas o inescrupulosas y sólo se ha podido conocer que: un presidente aplicó un esquema de Ponzi para presuntamente defraudar en 50 mil millones de dólares a sus clientes; los ejecutivos de una empresa financiera habrían mentido a sus clientes; una empresa aseguradora ha demandado a una empresa de hipotecas por fraude, por la pérdida de cientos de millones de dólares; se están revisando las compensaciones de altos directivos que han recibido compensaciones millonarias en los últimos años, cuando ya se avecinaba la crisis financiera; y hay empresas que están bajo investigación por sus prácticas contables.
En fin, una muy baja difusión de acciones legales en contra de quienes pudieron tomar decisiones irresponsables con riesgos más allá de la conveniente, por registrar como activos valores inexistentes, por emplear instrumentos que carecían de consistencia ante una crisis y, desde luego, por las infracciones e imprudencias que puedan haber cometido las agencias dedicadas al control de todas estas actividades.
Por mucho menos, dedicarse al negocio de hacerse de una gallina, de mala manera, supone un proceso legal más breve y parece tener un costo mucho más alto.
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