viernes, 10 de octubre de 2014

UN DECLIVE ECONÓMICO IMPRESIONANTE.

Describir un futuro hecho económico, social o político es siempre incierto: puede o no ocurrir. Las personas son libres de anticipar sobre estas materias según les parezca. Pueden anticipar datos que les resultan muy probables, así como, ocurrencias que están en contra de sus mejores antecedentes, pero que entregan una señal evidentemente errónea. Independiente de lo que ocurra con su pronóstico la persona puede ignorarlo cuando ocurra o puede dar una explicación en cuanto a su acierto o no, o, bien, describir hechos que ocurrieron en el intertanto, que desviaron su dato con respecto al real. Esto no tiene importancia cuando la persona y los hechos que anticipa son irrelevantes para la comunidad. Es diferente cuando se anticipa un determinado resultado, con valores absolutos o en rangos, como por ejemplo: que tal política pública producirá una determinada tasa de inversión privada para el año 2017. Este tipo de anticipación debe ser tomada con recelo, porque está negando lo incierto del futuro y de que si bien la política pública puede influir en la inversión privada, en el tiempo que transcurra entre hoy y el 2017 de seguro ocurrirán muchos hechos que puedan producir una tasa muy superior o muy inferior a la anunciada. Lo anterior es obvio, pero no cuando se anticipó, en septiembre de 2013, que la inflación a fines de este año podría ser 2,8% y que el PIB crecería entre un 4 y un 4,5%. Porque hoy día se tiene un IPC acumulado a 12 meses tocando el 5% y se anuncia un PIB a fines año de sólo 2% o menos y con un imacec del mes de agosto que es casi cero. En este caso la anticipación y la realidad difieren substancialmente: es una desviación asombrosa. ¿Se entregará alguna explicación? ¿Por qué se enunció un número o un rango para describir hechos futuros inciertos, sobre elementos que tienen tan fuertes repercusiones en el traspaso de la riqueza nacional? En anteriores artículos se ha enunciado la reiteración de estas desviaciones y se han estimado los cambios de riqueza producido, en pesos, en los dos últimos años en el país, por una parte por: el aumento de los ingresos obtenidos por los exportadores por alza del dólar; la pérdida de poder de compra por la inflación; el aumento de los montos de las deudas hipotecarias; el aumento del valor de las propiedades por el cambio en el nivel de precio, las pérdidas por la no aceptación de depósitos a plazo en UF, etc. Y, por otra parte, por los perjuicios en que incurren las empresas y las personas al aplicar estrategias y tomar decisiones, basadas en proyecciones que al final resultan estar alejadas de la realidad. Estos cambios de riqueza, con las sucesivas rotaciones económicas, en los dos últimos años, parecen no interesar a los pronosticadores, aunque representan decenas de veces más que la reforma tributaria y un fuerte retroceso de la búsqueda de igualdad. Podrá haber muchas razones, y es importante que se conozcan, porque ponen en tela de juicio los métodos usados para anticipar y la credibilidad. Pareciera que toman la economía como una evolución constante destinada “más a redistribuir riqueza que a crearla”. Se exige una muy buena explicación y que no se diga que la inflación es un impacto de una vez, puesto que una vez que ocurre sigue horadando los ingresos en pesos de millones de chilenos.

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